sábado, 30 de noviembre de 2013

CAMINANDO EN CIRCULOS

La libertad dio paso a la alegría.
En poco tiempo ésta se elevó hasta la euforia.
La euforia devino en especulación.
La especulación mutó en crisis.
La crisis trajo consigo indignación.
La indignación dio paso a la perplejidad.
La perplejidad se convirtió en resignación.
Y esta hizo que,  por fin llegara la derrota.
Los derrotados se convirtieron en esclavos.
Esclavos de quienes habían dilapidado la libertad,
de los que malgastaron su alegría y celebraron la euforia.
Esclavos de los que perpetraron la crisis.
Parientes de los indignados, paisanos de los perplejos,
primos hermanos de los resignados.
Y cuando vieron que todo no era más que un círculo vicioso, con esclavos y patrones, 
con los mismos perdedores para que ganaran los de siempre.
Decidieron pinchar ese círculo y,
así fue cómo perdió su esfericidad.

Entonces todos los siervos recobraron de nuevo la libertad.

martes, 26 de noviembre de 2013

La romántica banda local - Ana, el otoño


J.Carlos

OTOÑO

Ahora que termina el otoño es hora de regresar a los cuarteles de invierno. Guarecerse del frío entre las ascuas de un brasero. Recoger las hojas del jardín y esperar a que empiece a cantar el cárabo por las noches. Buscar el carro de Santiago entre los luceros del cielo y señalar al Norte con la punta de la nariz, las manos metidas en los bolsillos del chaquetón y el vaho dibujando espectros en la noche. Chamuscar al cerdo y meter después la cuchara de madera en la olla donde se están haciendo esas patatas con sangre que saben a gloria bendita. Leer de nuevo a Baroja, a Tolstoi, a Knut Hamsun, a Homero... y hacerlo como si no hubieran pasado treinta años, como si el tiempo se hubiera agazapado en las páginas de esos viejos libros de viejo. Pasear por la selva de Irati, aunque sea en sueños, o pasear por las riberas del Riaza, aunque sea soñando. Abrir una botella de vino y esperar para beberla esa media hora donde la paciencia te convierte al mismo tiempo en viticultor, bodeguero y bebedor. Ahora que termina el otoño es el momento de volver a planear que voy a hacer cuando empiece un nuevo otoño.





Fotos de José Ángel Villanueva

domingo, 24 de noviembre de 2013

pogues - dirty old town

La espuma de los sueños I
(Dedicado a Luismi)


Suenan doce campanadas en el carillón de la taberna de Bruno. Doce tañidos trasmundanos que anuncian que ha llegado el momento, justo cuando el eco de la última campanada se desvanece entre la pátina cuarteada de la madera, de descubrir a que saben los sueños y como es de densa la espuma del tiempo.
Son las doce de la noche, y a esta hora soy el único parroquiano que aún se resiste a abandonar éste refugio de trasnochadores. El resto se ha ido marchando poco a poco, aturdidos por la ginebra, el whisky y el vino. Bebidas del demonio que embotan sus cerebros y les impide llegar en condiciones a este momento sublime.
Detrás de la barra se encuentra Bruno, serio, viejo, servicial y cansado ya de servir jarras de cerveza y copas de vino. Hastiados sus oídos de escuchar en el viejo reloj de su abuelo campanada tras campanada: Dong. Dong. Dong. Dong… tantas que ni distingue el conteo de las horas. Para él ya todos los minutos son el mismo. Por eso Bruno dormita apoyado en el mostrador de bruñido latón, y se dedica a vivir una vida diferente a la de los demás clientes; quizás sueñe con bellas mujeres en una isla del Caribe, y se pasee por las calles decadentes de La Habana. Quizás busque a aquel tío que marchó a hacer las Américas y del que no volvió a tener noticias. Incluso cabe la posibilidad, porque para eso están los sueños, de que sea el único heredero de una fabulosa fortuna. Sí, Bruno sueña cada noche que es un opulento hacendado que vive en una lujosa mansión colonial, rodeado de plantaciones de café y atendido por una mucama que le recuerda los claros amaneceres de azúcar y organdí, un vecino del paraíso que sólo se dedica a contemplar apaciblemente las más hermosas puestas de sol jamás avistadas por ojo humano.
Le pido a Bruno una cerveza para sacarle de su marasmo, y medio en vigilia me tira una Guinness en dos tiempos, como mandan los cánones del santo más juerguista: San Patricio. Primero sirve tres cuartos de pinta con gesto cansado, como si no fuera con él la cosa, para dejarla reposar durante un minuto y medio, el tiempo que tarda en regresar a un paladar de la Habana donde conoció el amor. Una vez que se ha formado la espuma cremosa, Bruno regresa a la taberna y sirve el resto de la pinta.
Con el primer trago todo empieza a cambiar. El fuerte y amargo sabor de la Guinness me transporta a un mundo de bullicio y camaradería. Es como si la espuma de la cerveza se adhiriera no sólo al vaso, sino también al alma, al mismo tuétano.
Es en este momento de ensoñación cuando las mesas de la taberna cobran vida y se remueven inquietas en el piso entarimado del viejo edificio. Soy, por lo tanto, el único espectador de algo sorprendente y maravilloso; el único poseedor del secreto más fabuloso que se pueda llegar a imaginar, tan bien guardado que ningún otro mortal jamás podrá soñar algo semejante.



Otro trago de Guinness y veo con mis propios ojos cómo las botellas descienden por los estantes de la pared, reptando sigilosamente por el mostrador, y cómo van ocupando las mesas del vetusto local, apoderándose del espacio que debería corresponder a antiguos clientes que hace tiempo dejaron de percibir visiones, de soñar otras vidas.
Si, por increíble que parezca, ahora me encuentro en pleno Dublín, en el Porterhouse Temple Bar, rodeado de mineros, estibadores, poetas, conspiradores… acorralado entre botellas de ale y fotos de Samuel Beckett.

Por eso, cuando llegan las doce de la noche me desperezo, me recupero totalmente, vuelvo a la vida. Todo se ha transformado y ahora una música bullanguera empieza a sonar por los rincones de la taberna. Es la voz cascada de Shane MacGovan. Hasta casi puedo ver a Los Pogues cantando en un pub mientras todos los parroquianos chocan sus vasos y sus jarras.



      
I met my love by the gas works wall
dreamed a dream by the old canal
kissed a girl by the factory wall
dirty old town dirty old town

sábado, 23 de noviembre de 2013

LA FIESTA DE POLI             
                                                             Hace un tiempo en el pueblo vivíamos tan tranquilos. Nos conformábamos con tener lo justo para ir tirando, en paz unos con otros. Sin excesos, pero sin apreturas. Felices y contentos. Todos por un igual.Hasta que un día apareció por allí Hipólito, Poli, que se había marchado a estudiar a la capital y había regresado hecho todo un hombre de leyes.  Junto a él llegó un amigo de verbo fácil y sonrisa gatuna, un tal Tico. Tanto uno como otro hablaban de una forma diferente a la del resto de habitantes, como si articularan un lenguaje que sólo ellos fueran capaces de entender. Todo el tiempo decían cosas como: “en base a…”, “por consiguiente…”, “puedo prometer y prometo…” o “a la vista de…”.  La verdad es que no se entendía muy bien lo que querían decir, pero a los del pueblo les sonaba bien, esa grandilocuencia les hacía sentirse importantes. Por otro lado, Poli era un seductor por naturaleza. Cuando llegaron las elecciones se presentó para alcalde, siendo elegido por unanimidad. Al poco tiempo se subió ostensiblemente el sueldo y convenció al resto de concejales para firmar algunas cosas que nunca supimos  en qué consistían. Después empezó a promover una serie de actuaciones que sonaban un poco extrañas. Por último cameló a todos en el pueblo para organizar una fiesta. Una gran fiesta, según repetía a cada momento. Casi todos los vecinos se entusiasmaron con la idea, aunque unos pocos dijeran que no había nada que celebrar.
Por supuesto que fueron Poli y Tico los que se encargaron de organizarlo todo, con ayuda de sus amigos de veraneo: Iván Quero y un tal Capi. Durante un tiempo no dejaron de aparecer por el pueblo gentes de diferentes pelaje que jamás habíamos visto por allí: arquitectos, promotores, diseñadores, asesores, agentes de bolsa, comisionistas, artistas… Por fin llegó el día de la fiesta, que duró tres días y tres noches. Algo excesivo para la enjundia del pueblo. Allí hubo de todo, al menos eso cuentan los más atrevidos, pues  dependiendo de quién fueras, te daban una cosa u otra, y no todo era de la misma calidad y en la misma cantidad. Pero nadie se quejó. Todos parecían muy excitados.Al cuarto día, una vez acabada la fiesta, todo el pueblo amaneció con resaca y dolor de cabeza. Las calles parecían desérticas y las casas abandonadas, como si el pueblo estuviera a medio hacer. Todos los invitados habían desaparecido, Poli y Tico habían dejado a otros dos concejales en su lugar,  y sólo  quedaba la gente  del pueblo, los de siempre, aunque parecían no conocerse entre ellos. A los pocos días empezaron  a llegar hombres con traje y corbata y maletines de mano. Al parecer eran cobradores que venían a finiquitar sus cuentas. Por lo visto, Poli no había pagado a nadie. Bueno, a casi nadie, pues  los encargados de proporcionar los vicios más fuertes  habían cobrado en riguroso contado y sin posibilidad de regateo.
El nuevo alcalde dice que ahora tendrá que subirnos los impuestos para liquidar la fiesta. Y que hay que pagar a Poli y a sus asesores un sueldo toda la vida, porque eso está firmado y va a misa. También dice que tendremos que trabajar más por menos dinero, que la factura es de escándalo. Pero nadie viene a ofrecernos ese trabajo. Eso sí, los pocos aguafiestas que decían que todo era puro derroche, corrupción, especulación y malversación, resulta que ahora quieren montar otra fiesta. Dicen que es muy fácil, que sólo tenemos que juntarnos todos otra vez, espontáneamente,  y recuperar lo que teníamos antes de que llegaran Poli y Tico al pueblo, es decir: la unidad, la cordura, la mesura, la igualdad… Ahora mismo me apunto, promete ser una buena fiesta, la definitiva.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

BIENVENIDOS






Gente sin tino:


Quienes se resisten a seguir al rebaño, a pesar de la fascinante forma de las nubes y de la estupenda mañana.

Quienes desconfían de los confiados.

Quienes pelean por combatir un asalto más.

Quienes tienen voz, pero hace tiempo que empeñaron su voto.

Quienes opinan cuando tienen que opinar, callan cuando tienen que callar y gritan siempre que lo necesitan.


Quienes pululan por este blog, dentro y fuera, activos o silentes, amigos y enemigos.

Bienvenida a la gente sin tino.

Cruzando el Canal de Castilla