sábado, 28 de diciembre de 2013






UNIR ORILLAS







Un puente de tablas de madera cruza el río Riaza. El puente tiene sus años. Un basamento de piedra, dos troncos de fresno y encima, clavadas, las tablas de madera cortadas en el aserradero del pueblo, en Milagros, en la provincia de Burgos. Construido con las manos, los materiales de la tierra y la determinación de cruzar de una orilla del río a otra. Ingeniería renacentista o más bien de la Edad Media. Un puente para que lo crucen los agricultores, los pastores, los cazadores, los buscadores de setas y esos senderistas que se detienen unos instantes a comprobar si el puente es estable, si la estructura es sólida, si las tablas están en buen estado…
Yo, una vez cruzado el puente a la primera, porque ya son muchas las veces que lo he hecho y sé que resiste mi peso, me siento en un tocón y me pongo a pensar en que poco se necesita para unir dos orillas, para cruzar de una parte a otra, para ver el panorama desde ambas márgenes del río. Solamente trabajo, voluntad y lo que nos ofrece la tierra.



sábado, 21 de diciembre de 2013


UN AÑO MÁS


Ya está aquí la Navidad. Luces de colores, guirnaldas, villancicos, vacaciones, pistas de patinaje, gente por las calles. Tiendas, gente, bolsas de esas tiendas... Alegría a raudales, y, en el fondo, un regusto de tristeza y añoranza de otras navidades. Esto es lo que nos han ido imponiendo poco a poco. Pero también podemos probar quitando cosas de la lista. Las luces se apagan, la pandereta deja de tocar, las pistas de patinaje se trasladan a Central Park, los grandes almacenes son viejos edificios anquilosados en el centro de la ciudad. Y buscamos dentro del corazón las verdaderas razones para celebrar algo, sea lo que sea, no lo que nos quieren vender.


DESMONTANDO EL BELÉN

No sé a quién se le ocurrió la idea de dejar que fuera el abuelo el que se encargara del montaje. Se pasó toda la tarde poniendo y quitando figuras sin mucho sentido. Se le veía aburrido, como si estuviera ya cansado de la cantinela de que lo mejor para él era estar ocupado en algo. Así no pensaba en la abuela. Al final se aturulló y puso al niño Jesús en medio del lago y a un conejo ocupando el sitio de éste en el portal. A mí y a Carlos nos hizo gracia, pero más gracia nos hizo el comentario del tío Julián cuando llegó, con un par de vinos más,  y dijo eso de que el niño Jesús estaba caminando sobre las aguas. El tío llevaba todo el mes encabronado con el gobierno porque decía que le habían escamoteado la extra de Navidad. Creo que por eso en vez de irse de comida con los compañeros se liaron todos a vinos con el estómago vacío. Ya que no la podían pagar con el gobierno la pagarían con la familia. Para colmo la tía Enriqueta le siguió el juego y empezó a hablar de no sé qué parábola de un tal Mateo. Por supuesto que el abuelo se dio cuenta de esos comentarios, pero no dijo nada. Parecía que después de haber montado el belén ya no quería saber nada de nosotros, pobrecitos mortales. Eso sí, con mucho disimulo agarró la figura del rey Baltasar y se la guardó en el bolsillo. Seguro que si la tía Enriqueta le hubiera visto habría empezado a contar alguna parábola, porque era muy dada a las parábolas. A mí y a Carlos las parábolas nos daban mucho respeto, más que nada porque los dos andábamos peleados con las matemáticas y  el rollo de los planos y las directrices era superior a nuestras entendederas. Tal vez por eso, y porque habíamos visto al abuelo llevarse al rey Baltasar, cogí un par de figuras, el rey Melchor para mí y una lavandera para regalársela a Nuria, mi novia de esas vacaciones.  Aproveché que el tío Julián estaba asomado al balcón para hacerlo. Como se nota la crisis, me dijo  –como si a mí también me hubieran escamoteado la paga extra de Navidad–, que sólo han puesto una vela por alumbrado, con las iluminaciones que ponía el ayuntamiento siempre.

Después llegaron los vecinitos de arriba a pedir el aguinaldo, y mientras mamá rebuscaba en la cesta de los caramelos arramplaron con tres o cuatro figuras más: un pastor, una vaca, un herrero y una viejita que salía en ese momento de misa. Al poco el perro también se sumó a la fiesta, y enganchó de una dentellada un camello. Al final el belén estaba como huérfano. Allí solos en el portal San José y la Virgen, ni vacas, ni cerdos, ni pastores ni un puñetero camello había. Menos mal que apareció el tío Abelardo que había ido a comprar unos mazapanes. Venía farfullando porque decía que le habían clavado. La próxima vez lo compras en los chinos que ahí es más barato, le dijo tía Enriqueta, que era su mujer, y esto no es ninguna parábola. Carlos y yo nos miramos extrañados. No nos imaginábamos que en los chinos también vendieran mazapán o turrón made in China. En fin, era cuestión de ir haciéndose a la idea. Al fin y al cabo mi hermana me dijo que todas las figuras del belén estaban hechas en China, porque al parecer las de aquí eran muy caras. Super-caras, fue exactamente lo que dijo, y para corroborarlo agarró la figura del niño Jesús y de paso se la guardó en el bolso. Entonces entró de nuevo en escena el tío Julián, que ya olía a vino que apestaba y soltó la gracia del día. Anda la leche, este sí que es un belén de tiempos de crisis, sólo tiene el pajar y la pareja.En esas llamaron al timbre. Deja abuelo, le dije, aunque el pobre estaba deseando largarse de allí, y bien que hice. Eran los vecinos de enfrente, todos ellos disfrazados de familia Flanders, a desearnos felices fiestas. Allí estuvieron un rato hasta que la madre al final lo soltó: claro, es que estos días son muy malos porque te acuerdas de los seres queridos. Al momento el abuelo fue al perchero, agarró el abrigo y se largó a dar una vuelta por el barrio. Mi madre me hizo una seña y me fui con él, a hacerle compañía. Empezamos a andar en silencio hasta que llegamos al centro comercial. Allí estaba en la puerta un Papá Noel rodeado de querubines angelicales. La barriga de relleno se le había bajado totalmente y las gomas de la barba le sobresalían a ambos lados de la cara. Me guiñó un ojo y me dio un caramelo. Entonces le reconocí, era Mateo, no el de las parábolas, sino el librero del barrio. Hacía unos meses que había cerrado la tienda porque ya no vendía ni cuadernos para el colegio. En los chinos los vendían más baratos y a los vecinos no les importaba que llevara tres generaciones con el negocio. En esas el abuelo entró en el centro comercial, fui corriendo hacia él y le agarré del brazo. Vamos abuelo, hay mucha gente. El abuelo farfulló algo pero al final me hizo caso, no en vano era su nieto favorito. Además allí no hubiera encontrado lo que iba buscando, ese libro que compraba todos los años en la librería de Mateo y que llevaba regalándome puntualmente año tras año: Cuento de Navidad, de Dickens. Salimos por otra puerta, no quería que reconociera a Mateo y menos ahora que se había pasado al enemigo. Cuando llegamos a la cafetería donde el abuelo me llevaba a merendar de pequeño y después de pedir lo de siempre, me miró fijamente y se sinceró conmigo, su nieto, sesenta años más joven que él. Creo que a ese Belén le sobre una pieza y le falta otra, me dijo esperando que le respondiera algo. Me tomé mi tiempo, porque si no el chocolate se iba enfriar. Después, con el estómago lleno empecé verlo todo mucho más claro. Cómo me gustaban las navidades. Vacaciones, comilonas, turrón, regalos, la familia toda junta, la añoranza y esas cosas. Ya sé que le sobra, le dije al abuelo. La figura de San José que quiere reunirse con la abuela y vivir en paz. El abuelo sonrió por primera vez en mucho tiempo, por eso era yo su nieto favorito. Ahora vamos a ver si encontramos una figura que se parezca a Mr. Scroogge, me soltó, que los fantasmas ya vendrán solos. Y regresamos a casa, de donde llegaba un aroma a pavo horneado que era una pura delicia. 

viernes, 20 de diciembre de 2013

INVIERNO


Bum bum bum
late el corazón
mientras todos callan
-         


El árbol desnudo
anuncia mi vuelta
mañana resucitaré
-        



Cada palabra
en cada boca
se eterniza
-   

El poeta sólo
tiene valor
para contar su soledad




Nadie quiere saber
nadie quiere entender
nadie quiere escuchar

Extraños tiempos estos
donde cualquiera opina
y todos callan a la vez

viernes, 13 de diciembre de 2013

The Waterboys: "Fisherman's Blues"

LA ESPUMA DE LOS SUEÑOS II

Pido una nueva pinta a Bruno y me voy arrimando silenciosamente a la animada tertulia de la mesa central de la taberna, una peculiar reunión reservada sólo a viejas botellas con una antigüedad reconocida de una manera tácita y secreta; la categoría que se posee después de un tiempo considerable de reposo y sabiduría en los anaqueles de madera de roble, vieja madera carcomida por el paso del tiempo que Bruno se resiste a limpiar, porque cree firmemente que el polvo conserva. Sí, el tabernero considera que a los recuerdos hay que darlos constantemente la espalda. Por eso están distribuidos en las polvorientas vitrinas del fondo, porque ahí es donde encuentra Bruno la fuerza para mantenerse aún firme en su decadente negocio, atendiendo a sus patéticos clientes como si fuera el primer día que abrió las puertas para que se colaran aquellos fantasmas que en ninguna otra parte podrían ser tenidos en cuenta.
Mientras, escucho declamar a Yeats, el cual es seguido atentamente por su amigo Joyce, James Joyce. Otro hombre sentado a mi lado, que dice llamarse Jonathan Swift, bebe pensativo, como si de esa forma pudiera conjurarse contra todos los necios que no están aquí, bebiendo con nosotros. Choco mi jarra con la de Brendan Behan, alterado y rotundo como siempre. Canturreo algo con Paddy Moloney, aunque no sea mi fuerte, y disfruto de la agradable velada, ruido y poesía por todas partes. Cerveza y canciones. Amistad y destierro a partes iguales. Necesito una cerveza. Vamos Bruno, no te duermas.
¡Ahhhh! Paladeo mi jarra con los ojos cerrados y compruebo, extasiado, como ahora el sabor de la cerveza es diferente, no amarga, desciende por la garganta como el beso de una novia. Son cosas de Bruno, que a veces se despista y olvida las preferencias de sus clientes. Pero a mí me da igual, ya que esta cerveza me lleva a otra latitud, a otras calles, a otro país.

Ahora estoy en la Hofbrauhaus, en la parte vieja de Múnich, donde mujeres maravillosas, tan rubias como la cerveza que paladeo, sirven enormes jarras de litro y medio. Tres lleva en cada mano una bávara rotunda ataviada con su traje típico, que me dice al oído, después de posarlas en la larga mesa de madera y lanzarlas a la otra apunta sin derramar una sola gota de espuma: “Wenn Herr”, y me explica después que por aquí venía mucho Oskar. Claro, la digo, sin saber a que Oskar se refiere. Pero al momento tengo a mi lado a un pintor callejero que me cuenta la historia de Oskar María Graf, al que los nazis quemaron sus obras, el cantor de Baviera, el enaltecedor de obreros y gentes normales que después sucumbieron al monstruo.
Han de ser las preciosas jarras de cerámica bávara las que, dotadas de esotéricos  poderes de animación, den la orden de movilizarse, y así es como da comienzo la animada tertulia de la Hofbrauhaus.  Todo es tan extraordinario que aún resisto por última vez a creer que pueda estar viendo con mis propios ojos semejante alucinación, más propia de un loco borrachín al borde del delírium tremens, que de un pacífico y sensato consumidor de tiempo en una ampulosa taberna donde las horas no existen.

Bruno sigue amodorrado sobre la barra, y de vez en cuando lanza algún ronquido acomodando su posición al duro y frío mostrador de metal; en la mano derecha sostiene sus gafas, y resopla sentado en la banqueta, asomando por su cabeza, oculta entre el otro brazo, un mechón de pelo, el único mechón que aún resiste, el último vestigio de una juventud aventurera y libertina, ahora un mechón desbaratado y sometido al sudor que perla su frente, quizás fruto del calor de un Trópico imaginario, pero no tan lejano en la distancia.

domingo, 8 de diciembre de 2013

EL ARTE DE LA PRESTIDIGITACIÓN


Nada por aquí, nada por allá. Arda Turán, un mago turco que realiza sus obras con los pies, enseña un balón a los defensores y al momento lo esconde para aparecer justo en el otro lado del escenario. Voila. Así de fácil. El Camarón de la Isla del fútbol juega sonriendo como esperando a que su auditorio se confíe para ejecutar uno de sus trucos. Ahora me voy para la derecha, pero no, giro en redondo, y cuando todos los ojos están en el banderín de córner, el balón, mi pierna y mi sonrisa están dentro de la portería. Gol. Un mago con toda la barba. Recrearos, esto es el arte de la prestidigitación hecho con los pies. El arte turco más sorprendente del mundo. El mayor espectáculo sobre un campo de fútbol. Por cosas como ésta merece la pena asistir a este divertimento de masas hipnotizadas.

Arda Turan Amazing Goal(0-3) - Sant Andreu vs Atletico Madrid HD

sábado, 7 de diciembre de 2013

DE CORRUPTOS Y ADN

En un mismo día salen a la luz dos descubrimientos que ponen de manifiesto la capacidad hispana para sorprender al mundo sea de la forma que sea.
Por un lado, un grupo de científicos ha conseguido extraer de un hueso humano hallado en la sima de Atapuerca, el ADN más antiguo del que se tiene conocimiento. Ahí es nada, conocer las características genéticas de un paisano nuestro que vivió hace la friolera de 400.000 años sin más pertrechos que unas pieles de mamut, unas flechas y una acogedora cueva donde disfrutar de una vida pobre, pero honrada. Eran otros tiempos, la organización social estaba montada de otra manera.
La siguiente noticia es más moderna, de esas de actualidad que les gusta airear a la prensa, un poquito nada más, no sea que se la lleve el viento antes de exponerla. Resulta que España es, después de Siria, el segundo país del mundo donde más ha aumentado la percepción de corrupción, que dicho así, a bote pronto, resulta un pareado de lo más burdo y facilón. Sigue uno buscando en la cueva mediática y encuentra con que el segundo problema que trae de cabeza a los españoles es, precisamente, la dichosa corrupción.
Veamos ahora la forma de relacionar ambas informaciones: tenemos muy buenos investigadores pero también tenemos mejores corruptos. Y como quiera que la mayoría de esa corrupción proviene de cargos públicos, de esos que eligen los habitantes de las cuevas cada cuatro años, la conclusión es que algo ha fallado en el ADN de la clase política. Y que no ha debido de evolucionar lo suficiente, o que lo ha hecho de forma diferente, o que ha mutado en algún otro tipo de ADN que no concuerda en nada con el del resto de la tribu.

Si buscamos otro tipo de interpretaciones más científicas, podemos ver como, mientras por un lado se producen grandes descubrimientos, por otro siempre hay un listo que arrampla con lo que pille y los demás ahí se las apañen, con las pieles de mamut y los bifaces chapelterronienses. Le eterna dicotomía nacional. Conclusión: que dentro de un tiempo quienes tengan que administrar los cuartos en este país sean sometidos a un estricto control genético, incluyendo una extracción de ADN que, por supuesto, tenga los mismos genomas que la extraída a ese paisano nuestro que hace 400.000 años campaba a sus anchas en la Sierra de Atapuerca, viviendo en cuevas y cazando para sobrevivir. Al menos, si se lo llevan, podremos decir que provienen de una antiquísima familia que ya estaba aquí antes de que se empezaran a construir AVES y firmar ERES.  SALUD CHATOS Y CHATAS.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Frank Zappa - Camarillo Brillo (subtítulos en español)

ZAPPA
 
Hoy hace 20 años de la muerte de un genio. Me refiero a la muerte física –un cáncer de páncreas se lo llevó por medio-, porque los genios, en realidad, nunca mueren. Frank Vincent Zappa era un género en sí mismo. Posiblemente el músico más iconoclasta, creativo, ecléctico y anárquico en toda la historia de la música rock. Y eso que el rock era sólo una parte de los palos que tocó en su intensa carrera: jazz, blues, música clásica, electrónica, jam-session...
Alguien que bautiza a su grupo con el nombre de “Las madres del cordero” The Mothers of invention, o que pone a sus discos títulos como “Totalmente libre”, “Estamos aquí sólo por la pasta” o “Ratas calientes”, es alguien que tiene un concepto diferente del negocio y de cómo llevarlo a cabo. Porque para Zappa la música era un negocio, SU NEGOCIO, un lugar donde plasmar su locura creativa sin imposiciones, sin normas ni moldes, improvisando a cada momento, sin dejar de componer un solo día –de ahí su extensa y dispersa discografía-, metiéndose en todas las movidas imaginables: películas, documentales, conciertos imposibles, orquestaciones piratas...
Frank Zappa fue, quizás, uno de los últimos genios del negocio, en un mundo donde la banalidad y la fugacidad se han apropiado de ese negocio. Recordemos unos de sus interminables solos de guitarra, o alguna de esas canciones que, hasta suenan a éxito instantáneo. Va por ti, genio.